A las 6:00 se escucha el gallo cantar, media hora después se
escuchan las campanas y a veces me pregunto si alguien irá a misa a las 7:00
a.m. Cuando ya amanece las aves gritan, no sé qué especie de ave sea pero
siempre está en mi ventana, como si supiera que tengo que levantarme, abro los
ojos y veo que me observa, está al pendiente.
Los niños nunca dejarán de gritar, los departamentos están
callados como si no hubiera gente en ellos, quizá todos trabajan por las
mañanas, lo bueno es que vivimos lejos de la calle y no corremos tanto riesgo
para los ladrones. Me asomo por la ventana y veo la ardilla correr por la barda
¿los gatos se comerán a las ardillas? Veo que la pequeña ardilla se esconde en
el gran terreno. En el kínder de al lado se escucha que ahora ensayan un
musical (pero para qué fecha, si es octubre) “Luis mueve los brazos” cuando el
mariachi loco suena muy fuerte.
Once, los niños salen al recreo, tantos gritos, tantos
juegos, llantos, maestras gritando se desarrollan en media hora. Doce del
mediodía las gallinas cacarean porque es probable que estén “poniendo”. El tren
a lo lejos es casi la una de la tarde y pleno tren atraviesa la ciudad como si
no fueran horas pico, como si la gente no tuviera hambre o tuviera que llegar
al destino; busco rápidamente la guía o el horario del tren y lo único que
encuentro son noticias de “el tren debería de entregar un horario” pero no, al
gobierno de N.L. no le interesa que los ciudadanos normales les estorbe el tren
para pasar; para colmo el tren se detiene a medio camino enfureciendo a
taxistas, ruteros, maestros, niños gritando en los coches porque tienen hambre…
Mi gata maúlla porque es la hora de comer, se escucha que la
vecina llega a comer y pronto se irá a las dos de la tarde. Abro la puerta del
departamento y la música del vecino suena, lo bueno es que tiene buen gusto y
no incomoda, comemos escuchándola.
Como ya es hora que mi casa esté llena, los ruidos ya no
importan, todo vuelve a ser común.