Querido Saramago:
Hoy le escribo, siempre he pensado que el alma (dudo que exista) abandona el cuerpo después de 24 horas, quizás todavía me pueda acercar. Antes de seguir escribiendo deje le cuento un episodio:
Cuando mi abuela materna murió, eso duele todavía, me dejaron acercarme a su cama, yacía tan delgadita y cansada. Duró tres días en agonía, entre sus lamentos pedía a su madre cerca, hablaba de eventos de su infancia, de su madre cuando la besaba. El africano (un pastor aleman negro) se asomaba por la ventana llorándole, su única dueña. El cuarto mortecino, con la luz amarilla, quedábamos en vigilia, tres días, tres noches. Esperabamos el umbral. Al final la llevaron al hospital, donde duró un día más. El cumpleaños de mi madre había ocurrido tres días antes.
Mi abuela murió un viernes santo. En la cama, con sus ochenta y tantos años nos dejó. Me acerqué a su oído, le pedí que no nos abandonara, "sé que me escuchas güeli, sé que sigues aquí, no nos abandones". Sé que está con nosotros.
Me gustó su funeral. Conté cerca de cincuenta carros, persiguiendo la carroza, me dio gusto que ella, con su bondad crío a una familia, tan numerosa. Conocidos, amigos, bisnietos, todos estaban tranquilos. FUe una gran señora.
Ahora dicen que la ven todavía en su casa, que el africano le ladra a un árbol. Y que a veces escuchan su voz.
Don Saramago, sé que su cuerpo estuvo cansado, que tenía que abandonarnos, pero también sé que nos dejó mucho en nosotros, como aquel cuento cuando lo conocí, un cuento sospechado, que me encontró un día de verano. O esa novela que nos fascinó a todos, sé que hay palabras muy sagradas de usted. Y que probablemente mis hijos lo vayan a conocer. Usted sabe que el cuerpo se cansa, que solo es un envase. Señor Saramago, creo que si lo hubiese conocido en persona me hubiera enamorado de usted, si de por sí, ya estaba boba con usted por sus libros.
El tiempo se nos va, se nos va, pero qué es el tiempo. Usted nos ha dejado, pero sabemos que lo alcanzaremos. Sin embargo, sé que se queda en la tierra, en nuestras mentes.
le digo hasta pronto Señor. al que alguna vez le llamaron señorita sara mago, discúlpelos por eso.
No nos abandone señor saramago!
maga
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